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Las bacterias y los antibióticos siempre tienen una lucha interna en nuestro cuerpo, que por suerte muchas veces ganan los últimos. Sin embargo, hay otras ocasiones en que estas bacterias se vuelven superpoderosas. Son las superbacterias, esas que le hacen frente a los antibióticos y lamentablemente los vencen.   

Esto tiene que ver básicamente con la automedicación y con el uso indebido y responsable de los antibióticos. De hecho, este tema de la resistencia al antibiótico, o la resistencia antimicrobiana, es prioritario para la Organización Mundial de la Salud (OMS). La preocupación principal es que dentro de 30 años la resistencia antibiótica pueda causar más muertes en el mundo que el cáncer. Todo por automedicarse.

Muchas veces, las personas, cuando les duele la cabeza, están resfriadas o sienten fiebre, recurren a buscar qué medicinas tienen a la mano y creen que necesita un antibiótico y lo consumen así, a la ligera.

Qué es la resistencia antibiótica

La resistencia antibiótica es la capacidad que tienen las bacterias para hacerse inmunes a la acción de los antibióticos. En la década de los 20 del siglo pasado, el investigador inglés Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico: la penicilina. Con ella se empezó a tratar y curar enfermedades que mataban. Fue un verdadero hito en la historia de la medicina.

Pero al poco tiempo los investigadores alertaron, pues las bacterias, que llevan millones de años sobre la tierra, podrían encontrar la manera de burlar esa capacidad de los antibióticos. Por ello hay que ser cuidadosos con su uso. Ya lo había escrito el mismo Fleming en 1945, cuando la penicilina se había empezado a usar de manera más corriente.

Como superbacterias se conoce popularmente a un grupo especial de microorganismos -que pueden ser bacterias, pero también hongos, parásitos e incluso, los mismos virus- que tienen unas características y connotaciones especiales asociadas con la resistencia a los antimicrobianos.

Las superbacterias, específicamente cuando se habla de bacterias, son un grupo de procariotas (célula que no presenta núcleo) resistentes a los antibióticos y que constituyen un riesgo mayor para la salud. Esto se debe precisamente porque no tienen una condición de control a través de este tipo de medicamentos, los antibióticos, que son una salida muy importante para el control de microorganismos.

El hecho de que estas superbacterias evadan la actividad de los antibióticos es motivo de alarma y una característica muy importante para varios de estos microorganismos. Algunos ejemplos de superbacterias son tan resistentes, que pueden causar neumonía, infecciones de las vías urinarias e infecciones e la piel.

Causas de la resistencia

En primer lugar, y quizás la causa más importante de esa resistencia bacteriana, es el mal uso de los antibióticos, al utilizarlos cuando no corresponde. Por ejemplo, si se tiene un cuadro de origen viral, el antibiótico no va a ser eficaz; es decir, no tendrá ningún efecto visible.

Esto puede traer como consecuencia el que incida sobre otras bacterias que hay en el intestino o en otras partes del organismo. De esa manera, hará que generen mecanismos que las hagan resistentes y luego transmitirlas a otras bacterias y así sucesivamente, hasta que cuando se necesite realmente ese antibiótico, ya no funcionará.

Está estudiado que cuando más se usan los antibióticos más se incrementan las tasas y proporción de bacterias resistentes.

Otro gran problema son las infecciones intrahospitalarias, que se adquieren en el contexto de una hospitalización, en la que hay catéteres y procesos invasivos, en las terapias intensivas, en donde hay mucho uso de antibióticos y muchos factores que hacen que las defensas bajen.

Allí las bacterias obtienen mecanismos de resistencia a antibióticos muy poderosos y potentes. De hecho, hay casos de pacientes con infecciones en que las alternativas para tratamiento son muy escasas.

Por ejemplo, Acinetobacter baumannii y Pseudomonas aeruginosa son dos superbacterias, clasificadas por la Organización Mundial de la Salud (OSM).  Son habituales en los hospitales y es común que causen infecciones nosocomiales o intrahospitalarias (generadas, no solo en hospitales, sino también en otros centros de salud).

Estas son especialmente peligrosas para las personas inmunodeprimidas (con un sistema inmune debilitado) o con enfermedades graves.

Por qué ponen en riesgo la salud

En el caso de las bacterias, muchas de ellas están asociadas con un crecimiento convencional; es decir, un crecimiento rápido donde cada 20 minutos se tiene el doble de la tasa microbiana. Cuando estás llegan a un sistema como el nuestro, tienen las condiciones adecuadas para crecer y multiplicarse lo suficiente, comprometiendo y generando los signos y síntomas asociados con una enfermedad.  

Se multiplican, entre otras cosas, porque algunas de estas superbacterias tienen la capacidad de evadir la respuesta inmunológica, pues poseen unas características particulares que generan cápsulas y algún tipo de condición para adherirse más fácilmente a los tejidos.

Y si a esto se le suma que el uso indiscriminado o el mal uso de antibióticos, que ha generado en ellas una serie de características que les permiten no ser sensibles a ellos, entonces, se estará frente a unas condiciones de alerta o peligro. Ni el sistema inmune ni los antibióticos diseñados para su control, logran contener su multiplicación y por supuesto, la consecuente enfermedad, y en muchos casos, la mortalidad asociada con este tipo de microorganismos.

Cómo ganarle a la bacteria

Como hemos dicho antes, los antibióticos se utilizan cuando son necesarios.  Lo primero que se debe tomar en cuenta es que el médico es quien debe recetarlos. Y lo hará de acuerdo a sus propios criterios y analizando bien cada situación.

Es decir, el paciente no debe utilizarlos si no están claramente indicados por un profesional de la salud. Nunca hay que automedicarse y saber que no curan ni el resfrío ni la gripe, que al final son cuadros virales que tienen su proceso.

Al decir que los antibióticos se deben tomar cuando el médico así lo indica, hay también que respetar la dosis, la duración y el horario. No hay que tomar antibióticos 2 o 3 días porque se siente mejor y después lo deja. Es importantísimo respetar esa dosis completa, que por lo general son de 7 a 10 días, según lo indique el doctor. 

Qué hacer frente al manejo de enfermedades infecciosas

Lo primero que se debe hacer es tomar medidas de protección y prevención ante microorganismos, que se pueden controlar con estrategias muy sencillas, como el lavado de manos, el agua debidamente higienizada y condiciones mínimas de aseo.

Hay que tener presente que el aseo básico y el lavado de manos frecuente con agua y jabón, siguen siendo una medida de control higiénico-sanitaria fundamental para la prevención de enfermedades infecciosas.

La correcta manipulación de los alimentos también es clave. Recuerde separar los crudos de los cocidos. También lavar las frutas, verduras y vegetales, así como limpiar los envases de los productos. El proceso de desinfección es de vital importancia para evitar contraer enfermedades.

Cuando llegue a una enfermedad infecciosa, cualquiera sea el tejido, el órgano o el sistema que esté comprometido con ella, hay que recurrir al médico. No tomar por cuenta propia la medicación y la compra de antibióticos. Por supuesto que para el ciudadano de a pie, por decirlo de alguna manera, y compartiendo estrategias con las autoridades sanitarias, pues no se debería permitir la venta libre de antibióticos y su consumo sin que medie una prescripción médica.

En segundo lugar, cuando es necesario y cuando el paciente ya se siente bien -porque la sintomatología se puede controlar con unas dosis iniciales de antibiótico-, como dijimos anteriormente, es muy importante culminar todo el esquema de tratamiento.

A manera de conclusión, no olvide que para enfrentar la resistencia a los antibióticos las personas pueden usar estos medicamentos, según las indicaciones médicas y solo cuando sea necesario. Aunque se sienta mejor, es fundamental que realice correctamente todo el tratamiento. No compartir los antibióticos con otros, y no usar los medicamentos recetados sobrantes. Y ante cualquier duda e inquietud, conversarlo siempre con su médico.